martes, 29 de octubre de 2013

Qué manera de caminar por los días sin un gesto en particular.


Así es la vida cuando te toca y no te deja ni un momento. Y así fue que otra de mis desdichas me avientan a la literatura imperfecta, logrando que dictamine oficialmente mi tristeza. Parece irreal el seguir viviendo la vida que cotidianamente acostumbras sin un factor que se consideraba fijo ya por unos cuantos años. Cosa que al momento parece el infierno y que, muy probablemente en 5 o 10 años, considere un suceso desafortunado y misericordioso. Ya que si de miseria hablamos, pues ahí me encuentro yo. Desafiando mis pensamientos entre sí en alguna parte de mí se encuentra el corazón que alguna vez sentía. Sí, soy lo peor. Y que de eso no quede duda, mi más sentido arrepentimiento de la persona que dejé de ser por un tiempo. 

Y es que cómo explicar que dejamos de ser dos para ser uno, cuando jamás quise dejar de ser yo. Imposible llegar a pensar que podría cambiar tanto sin darme cuenta y al mismo tener intenciones de no cambiar nada. Mi tristeza es un sentimiento que no puedo llegar a negar por más que lo intente; sin embargo, la paz que siento en mi alma por liberar todos esos sentimientos que me atormentaban, es algo inigualable. Siéntete feliz, porque ya soy quien debo ser. No niego mi culpa, ni la pretendo disminuir. Acepto los golpes del mundo como debo de hacerlo. Si te hace un poco más feliz saber lo mal que la estoy pasando, acepta esa dicha. 

Así es y no lo discuto. No hagas preguntas de las cuales no quieres saber la respuesta. 

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