lunes, 28 de mayo de 2012

En la misma sinfonía.

Dentro de las mismas cuatro paredes que me rodean, puedo reflexionar sobre lo que a mi corazón aún acongoja. No es por traer siempre el mismo plato a la mesa, ni por cuestiones de querer causar el mismo dolor una otra vez poniéndole sal a la herida. 

Si, otra vez, aquí platicando sobre lo que aconteció ya hace algunos meses... pudiera decir ya el año pasado gracias al gran número dos mil doce. Creo que por fin, después de tanto tiempo de haberlo vivido y un poco más de haberlo sufrido, siento que poco a poco se dispersa en el infinito aquél dolor tan penetrante. 

A veces pienso... si volviera a hablar con ellos, si tan sólo supiera cómo están, qué piensan de todo esto. Quizá sería más rápido y fácil dejarlo ir; sin embargo, nunca lo sabré. 

Y otra vez, esto no tiene nada de arte ni nada de profundo son, como lo explique anteriormente, palabras de un escritor desesperado. Ya pedí perdón a quien perdón merecía y en algunas veces fue aceptado y en otras totalmente ignorado. No esperaba diferente. Sin embargo, día a día caminas con la esperanza de un momento mágico en el que sucedan las cosas que tanto anhelas en tu vida. 

Debo aceptar que pensar en ellos me da miedo. Simplemente ver sus caras en un día tan rutinario me hace perder el aire por un momento. Lo siento, así como están las cosas los prefiero lejos.

Gracias a todos y a mí misma por todo el sufrimiento que me causaron todos estos meses (lo siento, esto fue un trabajo en equipo). Pero es tiempo de que por fin lo deje ir. Haré mi mejor esfuerzo.




Estoy lejos.

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